
En la sede de la Curia de la Arquidiócesis de Bogotá, los máximos representantes del poder Ejecutivo, Legislativo, Judicial y de los órganos de control compartieron un almuerzo convocado por la Conferencia Episcopal. El presidente Gustavo Petro se sentó junto a los presidentes de Senado, Cámara, Corte Suprema, Consejo de Estado y Corte Constitucional. También asistieron el procurador general, la defensora del Pueblo, el registrador, el contralor y la directora del Dapre. El detalle no fue menor: la comida se sirvió en una mesa redonda, como símbolo de igualdad institucional.
A cada asistente se le entregó un escapulario con la cruz Tau- símbolo de los Franciscanos -y una estampa con la oración por la paz de San Francisco de Asís. Al terminar, oraron juntos. El encuentro buscó contrarrestar semanas de choques verbales, tensiones por decisiones judiciales, cuestionamientos públicos entre ramas del poder y un creciente ruido institucional que preocupa a sectores económicos y sociales.
Efraín Cepeda, presidente del Senado, agradeció a la Iglesia por facilitar el espacio de reconciliación. Enfatizó que la defensa de la democracia requiere preservar el Estado de derecho y la independencia de poderes. Por su parte, el procurador Gregorio Eljach subrayó que el ejercicio debe continuar en distintos escenarios e incluir a todos los actores de la sociedad, desde el empresariado hasta las comunidades religiosas.
Los representantes del Estado colombiano —incluido el presidente Gustavo Petro— firmaron un compromiso público para reducir la polarización política y desescalar la violencia verbal. El texto, leído por monseñor Francisco Javier Múnera, presidente de la Conferencia Episcopal, plantea una invitación colectiva a “escucharnos, valorarnos y respetarnos en hermandad”, al tiempo que invita a “desarmar y armonizar la palabra” como vía para resolver los conflictos en democracia.
Los firmantes rechazaron explícitamente cualquier forma de violencia política o social y elevaron una oración por la vida de Miguel Uribe Turbay y de todas las víctimas de la violencia en Colombia. También expresaron su solidaridad con las familias afectadas y llamaron a mantener viva la esperanza, replicando este tipo de encuentros en todos los espacios donde sea necesario. El mensaje deja claro que la palabra debe ser el puente, no la trinchera, en la vida institucional del país.
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