
Muy de madrugada, como los arrieros de antaño, emprendimos el viaje desde la oficina principal de Commerk Antioquia en Itagui, rumbo a Manizales para conocer los secretos del Ron Viejo de Caldas. Allí, en medio de una reserva natural de 270 hectáreas, descubrimos que esta no es una simple licorera: es una biofábrica que respira vida, naturaleza y alma.
La Industria Licorera de Caldas(ILC) abrió sus puertas a los periodistas antioqueños para mostrar por qué sus productos no solo conquistan el paladar colombiano, sino también el corazón. En Antioquia, por ejemplo, se vendieron más de siete millones de botellas el año pasado, y para este 2025, la meta es superarlas.
El recorrido nos llevó hasta el corazón de la reserva, donde 68 manantiales alimentan tres quebradas cristalinas: Piñera, Cristalina y Guayabal. Fue allí, frente a una fuente de agua pura, donde se nos reveló uno de los secretos más poderosos del ron caldense: el agua.“Todos creen que el agua pasa por todos lados, pero la verdad es que sin agua no hay fermentación, sin ella no hay destilación y luego de que añejás, cogés ese alcohol ya añejo, y le volvés a poner agua”, dice con pasión Luis Ríos el maestro ronero de la ILC . No se trata solo de un ingrediente más; el agua es el alma líquida del ron.
El segundo secreto es más tangible: el Roble Blanco Colombiano. En 24 hectáreas repartidas en 18 lotes, se cultivan más de 18 mil árboles de esta especie única, cuya madera es usada para elaborar los toneles de añejamiento. “La madera es la que le entrega toda el alma. Interactúa con el alcohol, con el oxígeno, y forma una membrana que deja que el alcohol extraiga todos los componentes, como lo es nuestro roble blanco colombiano”, relata este artesano del ron.
El tercer secreto
Pero hay un tercer secreto, más profundo, más humano. Uno que no aparece en las etiquetas ni en los manuales de producción. Lo reveló Luis Ríos, el maestro ronero, un hombre que lleva casi cuatro décadas dándole alma al ron.

Nos recibió en la bodega de añejamiento, un lugar donde la penumbra y los haces de luz que se cuelan por las claraboyas creando un ambiente casi místico. Mientras hablaba de las características del último ron de la ILC, tomó una copa, la alzó con solemnidad; y guardó silencio. Su voz se quebró al decir:
“Este ron es producto del amor a mi señora madre, quien lleva ocho días de haber fallecido”.
Algunos colegas susurraron: “Ese hombre debería estar haciendo su duelo en casa”. Pero para Luis, ese lugar —la bodega, los barriles, el ron— es precisamente donde la vida y la muerte se abrazan. Donde su madre sigue viva.
Ese ron, el Ron Negro, tiene el agua de las fuentes cristalinas y se añeja en roble blanco. Pero también lleva el aroma de su infancia, los recuerdos de su madre y la esencia de un amor que no se diluye: se transforma en cada brindis.“Primero le puse el corazón de mi madre, el corazón de familia, el corazón de la empresa. Estoy próximo a retirarme Le puse todo para que quedara un ensamble muy bonito, y sé que va a durar por muchos años”.
Luis no se ve solo como un químico o un ingeniero: es un alquimista de los sentidos.
“El Ron Negro tiene un espíritu que es de mi niñez. Los maestros roneros vivimos de sensaciones, de cosas que vienen de antaño, de cosas que también está pidiendo el consumidor de hoy”, cuenta.
Y aunque a veces entra en debate con el equipo de mercadeo, asegura que este ron “mueve el piso internamente”. Cree que es una propuesta para los jóvenes, para quienes mezclan, para los que buscan algo diferente, pero con historia.
Él mismo resume lo que significa ser maestro ronero: “Debe ser ingeniero químico, tener una especialidad fuerte —la mía fue microbiología—, pero además debe tener ingenio, recursividad, y ser casi un ratón de biblioteca. Todo el tiempo estoy indagando: qué quiere la gente, qué se está tomando, qué se vende en Europa, en Centroamérica, en Estados Unidos…”
Hoy, Luis está concentrado en crear el ron del futuro.“Abajo hay rones para seis o siete años. Ya estamos trabajando en uno que no les puedo decir cuál va a ser”
Y mientras el mundo cambia, Luis continúa ahí, custodiando barriles, mezclando memorias, emociones y ciencia. Porque en cada gota de Ron Viejo de Caldas hay más que sabor: Hay pasión, hay historia, hay legado, sabiduría y carácter; y en este caso, el corazón eterno de una madre.
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