Cuidar sin salario: la carga invisible de las mujeres

Karina Batthyány, secretaria ejecutiva de (CLACSO).

Karina Batthyány, secretaria ejecutiva del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), define el cuidado de las personas como la acción de apoyar, atender y acompañar a alguien en las tareas necesarias para su vida cotidiana. Sin embargo, advierte que las mujeres asumen la mayor parte de esta labor sin recibir ninguna remuneración. Esta realidad revela una de las grandes desigualdades que persisten en América Latina: la forma en que la sociedad distribuye y valora el trabajo de cuidado.

Durante su participación en el evento “Actuar por lo Vivo”, organizado por Comfama en Medellín, Batthyány puso sobre la mesa un tema tan cotidiano como ignorado. Con voz serena pero firme, esta investigadora uruguaya explicó que el cuidado no es un asunto menor ni exclusivamente doméstico, sino un eje fundamental para comprender las desigualdades sociales, económicas y de género en nuestra región.

“El 80% de los cuidados que necesita la sociedad los realizan mujeres, de manera no remunerada y dentro de los hogares”, afirmó. Las cifras —obtenidas por CLACSO a través de encuestas de uso del tiempo— estremecen: las mujeres dedican dos tercios de su jornada diaria a actividades de cuidado no remuneradas, mientras que los hombres solo un tercio. Además, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que este trabajo invisible representa hasta el 20% del Producto Interno Bruto de un país. Batthyány recalcó que una mujer con hijos menores de tres años dedica, en promedio, 40 horas semanales a labores de cuidado no remuneradas- y en ocasiones esa labor es ejercida por la abuela-lo equivalente a una jornada laboral completa, sin sueldo y sin acceso a la Seguridad Social.

Pero Karina no solo habló de números. También resaltó la carga emocional que implica cuidar. “Cuidar es alimentar, higienizar, atender, pero también es establecer vínculos, ofrecer afecto, ternura. No es solo una acción material; es un lazo humano”, expresó.

Entonces surge una pregunta : ¿Por qué, si cuidar es esencial para sostener la vida, la sociedad sigue tratándolo como una responsabilidad individual —casi siempre femenina— y no como un compromiso colectivo respaldado por políticas públicas?

Karina Batthyány explicó que el cuidado tiene tres dimensiones: la material (lo que se hace físicamente), la económica (lo que cuesta cuidar) y la afectiva (el vínculo emocional entre quien cuida y quien es cuidado). A pesar de su complejidad y valor, este trabajo recae casi exclusivamente en los hogares, y dentro de ellos, sobre las mujeres.

Como ejemplo de avance en América Latina, Batthyány destacó el caso de Uruguay, que en 2015 creó el Sistema Nacional Integrado de Cuidados. Esta política pública ofrece atención a la infancia, personas mayores dependientes, personas con discapacidad y también a quienes cuidan. “Nuestros países envejecen y hay cada vez menos personas disponibles para cuidar. Debemos actuar ya”, advirtió.

También habló de algunas políticas de cuidado que se han identificado a nivel internacional, entre las que se destacan: la Política de servicios, enfocada a ampliar los servicios de cuidado; Política de tiempo, donde se busca gestionar mejor el tiempo con licencias y permisos; y Política de transformación cultural, donde se impulsa una transformación cultural que deje atrás la idea de que cuidar es asunto exclusivo de mujeres. “Necesitamos evitar que, al profesionalizar el cuidado, se repitan los errores del pasado: salarios bajos y precarización”, enfatizó.

Este llamado ético y político nos obliga a repensar cómo organizamos la vida. Si cuidar es un trabajo, entonces debe contar con condiciones justas. Si cuidar sostiene la vida, entonces debemos asumirlo como una responsabilidad colectiva. Y si de verdad queremos «Actuar por lo Vivo», debemos empezar por reconocer y dignificar a quienes cuidan.

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