
La reciente llegada de un mono araña juvenil a la Estación de Paso del Centro de Atención, Valoración y Rehabilitación de Fauna Silvestre (CAVR) del Valle de Aburrá vuelve a poner en evidencia la crudeza y el absurdo del tráfico ilegal de fauna silvestre en Colombia. El animal, que no pertenece a este ecosistema y cuyo hábitat natural está en la zona pacífica del país, fue entregado por un ciudadano que alegó que el primate había llegado “espontáneamente” a su finca. Sin embargo, los hechos cuentan otra historia: este ejemplar fue arrancado de su entorno, forzado a una convivencia con humanos y convertido en una mascota, en una práctica que bordea lo inhumano.
El mono —de la especie Ateles fusciceps, catalogada como En Peligro Crítico por la Unión
Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) — presentaba un colmillo expuesto, piel reseca y descamativa, y una conducta marcadamente ansiosa, signos inequívocos de una vida en cautiverio y una dieta inadecuada a base de azúcares y productos procesados. Además, no emite vocalizaciones, un rasgo alarmante para una especie que se comunica constantemente. “Este animal no tenía nada que hacer en el Valle de Aburrá. Su presencia aquí es una consecuencia directa del tráfico de fauna”, lamentó Alejandro Vásquez Campuzano, subdirector ambiental del Área Metropolitana del Valle de Aburrá.
Este no es un caso aislado. En los últimos diez años, 20 monos araña han ingresado al CAVR. El más reciente, en 2022, murió pese a los esfuerzos por su rehabilitación. Más allá de las cifras, el drama de estos animales evidencia un patrón de abuso silencioso que los condena a vivir entre el estrés, la ansiedad y la imposibilidad de ser lo que son: animales libres, sociales y vitales para la regeneración de los bosques que habitan.
Este hecho impacta en forma negativa el ecosistema: ya que es un actor esencial en la conservación de los bosques tropicales. Los monos araña son dispersores clave de semillas. Gracias a su tamaño y dieta, consumen frutos grandes y esparcen sus semillas a distancias considerables, favoreciendo la regeneración de los ecosistemas. Su desaparición progresiva pone en riesgo el equilibrio ecológico de regiones enteras. Son, en esencia, jardineros del bosque y garantes del ciclo vital de cientos de especies vegetales.
Desde el Área Metropolitana del Valle de Aburrá se reitera un llamado urgente a la ciudadanía: la fauna silvestre no es un entretenimiento ni un símbolo de estatus. Tener un animal como este en casa es condenarlo al sufrimiento y atentar contra los procesos naturales que sostienen nuestros ecosistemas. Proteger al mono araña no es solo un deber moral, es una acción vital por la salud ambiental del país.
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